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martes, 1 de noviembre de 2016

Retorno a las grandes formas: Moda Burguesa

1820s y 1830s

El siglo XIX se caracterizará por un gran despegue económico, que se esboza desde el año 1800, cuando se inicia la época del capital y de la maquinaria.
 Con la introducción de las grandes máquinas que mejoran la producción, existe, al principio, un choque entre el trabajo artesanal y la industrialización. Además, la producción se dirige a un público más vasto y éste se contenta, muchas veces, con imitaciones, en lugar de buscar cosas de calidad. Por ello, todo el siglo XIX presenta una tendencia a imitar estilos.
Ya el Neoclasicismo contiene, en germen, esta tendencia de imitar estilos.
Se había comenzado por copiar el arte romano de la Antigüedad; con Napoleón, el movimiento prosigue y se le añade el arte egipcio.

Alrededor de 1820 se inicia una reacción contra el estilo Imperio y su imitación de la Antigüedad Clásica y egipcia y la atención se vuelve hacia períodos tan diametralmente opuestos como sea posible. Inglaterra escoge el gótico y el resto de Europa, el Rococó.
En Alemania, este estilo lleva el nombre de BIEDERMEIER, simpática caricatura que aparecía en los periódicos con el nombre de Papa Biedermeier, y que representaba a la burguesía alemana.

C. 1820

C. 1823

C. 1826

C. 1828




















VESTIMENTA FEMENINA

El traje femenino retoma la cintura en su lugar y se introduce, nuevamente, el uso del corsé.
La falda comienza a adquirir amplitud, al principio, moderadamente, después los pliegues dejan de concentrarse detrás y se reparten alrededor de todo el talle.
Para completar el efecto, la blusa, aparece con un amplio alzacuello que, a modo de manteleta o fichú, ensancha los hombros. En un primer momento se usan mangas “farol” o “jamón”, luego se hinchan desmesuradamente a la altura de los hombros hasta llegar a los codos y, desde allí hasta la muñeca, se angostan bruscamente.

Los vestidos de adornan con volantes y rouches, dispuestos en línea horizontal y formando varias hileras. Otros son de encaje de todo tipo y calidad.
El encaje se usa, especialmente, para cubrir los escotes, en forma de alzacuello. Para armar la falda se usan entre siete y ocho enaguas.

Los chales de forma rectangular, completan el atuendo, y en la cabeza, en Europa y EE.UU., pero no en España ni en el Río de la Plata, se usan las capotas, generalmente de paja, adornadas con cintas y flores. En España la capota es reemplazada por el uso de la peineta, y por el peinetón en el Río de la Plata. El busto abultado, las mangas amplias, la cintura ceñida y en su lugar, y las faldas amplias, hacen una silueta llamada de ampolleta o de reloj de arena.


VESTIMENTA MASCULINA
            La silueta masculina, adopta también, nuevas formas. A partir de este período se verá que, si bien el traje moderno ha encontrado su fórmula: pantalón, chaleco, chaqueta, su línea se ve sujeta a múltiples variaciones.
            La silueta del hombre, en esta época, adopta una leve nota femenina.
            La parte superior del pantalón es tan ancha que acentúa las caderas. La chaqueta, el frac y el sobretodo son muy ajustados y con mangas farol. El cuello vuelto  o esclavina o el largo cuello con solapas, redondean los hombros. Si el corte de la ropa no es suficiente para dar al talle la finura precisa, el hombre usa un verdadero corsé (faja vasca) que también le procura un talle ceñido. El sombrero de copa se usa en todas las ocasiones, excepto en el traje de corte que se utiliza el.
El hombre usa patillas y cabello arreglado en tirabuzones, correspondiéndose don el tocado femenino, ondulado sobre las sienes. El aseo personal y el cambio de ropa interior, se hizo más natural y frecuente.

            Los trajes infantiles reproducen la silueta en reloj de arena de los mayores. Los niños llevan una especie de vestido encima de los pantalones y el traje de las niñas es unja fiel reproducción del de la madre, con sus incontables enaguas, hombros caídos y las grandes mangas ensanchadas hasta el codo.


C. 1820 a 1836

C. 1830s

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